«La Aventura» es como le llaman los africanos al viaje que emprenden para emigrar a Europa.
Tres jóvenes de Costa de Marfil entraron de forma clandestina a Europa por la frontera greco-turca. Quieren continuar su viaje hacia el oeste pero la legislación europea les obliga a permanecer en Grecia, el país por el que han entrado en la UE.
Grabado durante un año, el filme «La Aventura» narra sus vidas en Atenas. ¿Su obsesión? Irse de Grecia. ¿Qué necesitan? Suerte y dinero.
Realización: Grégory Lassalle Montaje: Luc Plantier Sonido: Manolis Makridakis Mezcla: Clément Chauvelle / Brodkast Corrección de color: Jean Coudsi Traducción: Escarlata Sánchez y Laura Servera Llinás (Universidad Complutense de Madrid)
Entrevista
Grégory Lassalle Realizador
“Quería que sintieran que tanto yo como mi cámara estábamos de su lado”
Háblanos de tu trayectoria. ¿Cuál es tu bagaje?
Creo que siempre he tenido dos motivaciones: comprender la Historia, con hache mayúscula, y comprender la vida de la gente. Esa es la esencia de mi vida. Primero fue Solidarités International, luego me dediqué al periodismo y, ahora, a los documentales, mediante los que pretendo llamar la atención del público hacia la conjetura entre esos dos elementos: la historia y la vida de las personas. Quiero contar historias sobre personajes atrapados en la corriente de la Historia, sobre sus esperanzas, sus fortalezas y las dificultades a las que se enfrentan.
Entre 2003 y 2010 no dejé de tener proyectos: agricultores mayas en Guatemala, migrantes atrapados en Grecia durante el gran éxodo de 2010, obreros y agricultores que vivieron una de las bonanzas petroleras de Argentina… Y hoy estoy en Francia contando la vida de unos exconvictos tras cumplir largas condenas de prisión.
Mi metodología de trabajo siempre pasa por la inmersión; tengo que dedicar mucho tiempo para comprender al máximo el fenómeno que me haya propuesto describir. Normalmente, esta inmersión desemboca en confianza y amistad, lo cual me parece indispensable si el documental va a ser parte de un proyecto que construyamos entre todos, aunque sea yo quien lo empiece.
¿Cómo entraste en contacto con los tres protagonistas de este documental?
La calle ateniense donde los nuevos solicitantes de asilo registran su petición se llama Allodapon, pero los migrantes la han renombrado como “la calle de Al Capone”. Es una calle oscura del extrarradio de Atenas a la que llegan cientos de migrantes cada día con la esperanza de que la policía griega los elija a ellos para obtener un permiso de residencia.
Me acerqué sobre todo a francófonos para que la comunicación fuera más fácil. Nourou, un marfileño, me presentó a Loss, que es el protagonista del documental. Un día me llevó a su casa, un apartamento de una sola habitación donde vivían otros dieciocho marfileños que está en barrio de Kypseli o “el barrio negro”, como dijo él. Allí conocí a su gran amigo Moussa y a Madess. Más tarde ambos se convirtieron en los otros protagonistas.
¿Cómo fue el rodaje? ¿Qué retos hubo que superar?
La verdad es que no hubo grandes problemas. Fue todo muy humano: solo tuve que preocuparme por construir una relación de respeto y confianza con mis protagonistas para que no tuvieran la sensación de que el documental era un calvario más. Y digo calvario porque los migrantes sufren muchísima violencia en sus viajes: desde la policía hasta la trata de personas, pasando por otros migrantes y la población local. No quería que esto se convirtiera en otra mala experiencia.
Quería que sintieran que tanto yo como mi cámara estábamos de su lado, aunque sí que grabamos algún momento delicado. El más difícil fue con la policía griega, sobre todo cuando intentamos cruzar la frontera con Macedonia del Norte.
¿Cuál era tu punto de vista? ¿Qué mensaje querías transmitir con esta historia?
Migrar es un proceso difícil. Lo que propongo es contar la historia de una migración desde el punto de vista de las relaciones personales, de tú a tú, y de las dificultades que a cada uno se le interponen en su camino. Presento una mirada personal que pretende hacernos entender que migrar, sin importar cuál sea la razón que obliga a una persona a vivir esa experiencia, es un rumbo lleno de sufrimiento. Es importantísimo prestar atención a estas personas y verlas de una forma positiva.
¿Cómo describirías tu estilo, tanto la forma como el contenido?
Yo apuesto por filmes directos e inmersivos. Cuanto más te puedas acercar a los personajes y a su mundo interior, mejor. Me interesa la experiencia subjetiva de las situaciones por las que pasan las personas. La forma que propongo apunta en esa dirección. Siempre intento acercarme a los protagonistas, a lo que dicen y sienten. Normalmente suelo acercarme a ellos con la cámara, pero también utilizo tableaux para contextualizar sus historias.
La esencia de mis metrajes puede interpretarse como oscura u obsesionada con las penas o la melancolía y puede que esas cosas formen parte de mi motivación. La mecánica de rodar varias caras de la realidad es, en general, sencilla. Se trata de un equipo de dos personas: o bien yo me encargo de la grabación y del sonido al mismo tiempo, o bien trabajo con un cámara y ambos hacemos sonido.
¿Has sabido algo más de Loss, Moussa y Madess? ¿Sabes qué les ha pasado?
Loss es muy amigo mío. Desde que llegó a Francia en 2014, hemos estado esforzándonos juntos para construirle una vida. Encontrar trabajo y arreglar sus papeles le ha costado mucho sudor. Tenemos una relación muy cercana porque trabajamos codo con codo para conseguirlo. Ahora es mecánico y durante el verano de este año, 2019, vamos a ir a Costa de Marfil para que por fin vuelva a ver a su familia y que yo también los pueda conocer.
También sigo en contacto con Moussa y Madess, pero los veo menos. Ambos viven en París. A Madess todavía le está costando conseguir la residencia, pero Moussa está más asentado. Él también vendrá con nosotros a Costa de Marfil.
¿Qué proyectos tienes ahora entre manos?
Estoy haciendo un documental sobre la vida de unos exconvictos que han pasado mucho tiempo en prisión. Ponte en la piel de alguien que ha pasado 25 años en la cárcel, diez de los cuales, en solitario, por cometer un único robo. En 2017 sales y tienes que seguir con tu vida. ¿Qué clase de vida puedes tener después de haber estado tanto tiempo encerrado? ¿Es posible para estas personas readaptarse tal y como el sistema dice que han de hacerlo?
Después de grabar al protagonista y a la gente de su alrededor —familiares y otros presos— durante dos años y medio, yo lo veo muy negro. No creo que sea posible rehabilitarse después de haber estado aislado tanto tiempo y si alguien lo consigue será la excepción que confirma la regla.
¿Algún comentario sobre la adaptación multilingüe de tu documental a través de 99?
Sin duda es una gran oportunidad para nosotros, los cineastas. Además, es un placer formar parte de un sistema que no se deja llevar por el régimen ultramercantil de la industria del documental y conocer a un equipo que se involucra.
Suscríbete a nuestra newsletter
En cuanto dispongamos de un nuevo filme le avisamos de su publicación.