Vestido con un mono blanco de pies a cabeza, manos enguantadas hasta los codos, máscara que le cubre toda la cara, Donovan está trabajando.
“La limpieza forense consiste en limpiar sangre, trozos de hueso, piel, gusanos, moscas, cualquier cosa que deje un cadáver. Cuando acabo el trabajo, tiene que haber desaparecido todo”, explica.
Con su larga melena recogida y un traje negro perfectamente entallado, Donovan es el “limpiador de la escena del crimen” en Ciudad de México. Una vocación que perdura desde hace más de 20 años. Un trabajo que aprendió solo, leyendo libros.
Las familias en duelo recurren a sus servicios para limpiar una habitación, un salón, una cocina, un cuarto de baño. Y es así como Donovan crea un puente, que permite a los familiares de las víctimas recuperar el espacio y comenzar el duelo.
“Cuando me voy, el ambiente cambia”, asegura.
Dirigido por Louise Monlaü
Asistente de dirección: Fernanda Ballesteros
Montaje: Julien Demond
Producción: Ladybirds Films, The New York Times Op-Docs
Producción: Lara Orsoni, Julien Chouvet, Andrew Blackwell, Regina Sobel
Música: Maxence Dussère
Dron: Santiago Arau
Sonido: José Miguel
Mezcla: Gildas Mercier
Traducción: Virginia Monti, Escarlata Sánchez
Entrevista
Louise Monlaü Directora
“Este proyecto se originó a partir de una llamada telefónica y una voz, tranquila y penetrante. El tipo de voz que cuenta historias, cuya melodía y tono te llevan de viaje.”
- ¿Puedes presentarte, Louise?
Nací en París, donde pasé la mayor parte de mi infancia. Sin embargo, a los 7 años me fui a vivir tres años con mi madre a Uagadugú, Burkina Faso.
Fue una época fantástica, mi primera experiencia del mundo. Probablemente de allí haya surgido mi curiosidad por las culturas diferentes a la mía, mi gusto por los viajes y la aventura, mi necesidad incesante de salir de los caminos trillados y descubrir nuevas historias.
Después hice una licenciatura en Sociología, Economía y Ciencias Políticas y luego un máster en Sciences Po Grenoble en Estudios Internacionales y Europeos. Se podría pensar que mis estudios no tienen mucho que ver con el trabajo que hago hoy, pero en realidad me prepararon muy bien para abordar la realización de documentales. Me proporcionaron un cierto rigor periodístico, un marco analítico y las herramientas necesarias para relacionarme con las temáticas, escribir sobre ellas, realizar entrevistas, etc.
Después de graduarme, empecé a aprender sobre fotografía haciendo trabajos esporádicos y prácticas relacionadas con el mundo de la imagen y el periodismo. En 2014, me mudé a la Ciudad de México con el objetivo de desarrollar historias allí. Recorrí el país de norte a sur con mi cámara y fue entonces cuando empecé a filmar.
La fotografía me enseñó a encuadrar, a jugar con la luz, a construir una historia. Viajando por muchos países, he podido sumergirme en la vida de muchas personas, captar su existencia cotidiana. Por eso filmo del mismo modo en que tomaría una foto: para mí, las dos disciplinas están muy relacionadas.
- ¿Cómo surgió esta película?
Este proyecto se originó a partir de una llamada telefónica una tarde de diciembre de 2018, y una voz, tranquila y penetrante. El tipo de voz que cuenta historias, cuya melodía y tono te llevan de viaje. Al otro lado del teléfono estaba Donovan, cuyo número había tomado de su página de Facebook —una página que llevaba el simple título de “Donovan Tavera, Limpiador Forense de la Ciudad de México”.
Intercambiamos algunas banalidades por teléfono, y luego intenté saber algo más sobre su trabajo y su vida, sobre su carácter, pero la modestia y la timidez nos frenaron a ambos. Esta misteriosa «parálisis en la comunicación» me dejó desesperada por saber más y, dos semanas después, estaba en el avión rumbo a la Ciudad de México.
- ¿Cómo te sentiste al rodar una «escena de limpieza»?
Tenía previsto rodar una «escena de limpieza» la misma noche que conocí a Donovan. Me preguntaba con qué tipo de crimen nos íbamos a encontrar, qué tipo de historia, qué tipo de drama… ¿Habrá mucha sangre? ¿Habrá moscas? Empecé a pensar en las condiciones del rodaje, el olor…
Desde la primera llamada telefónica, hasta mi encuentro inicial con Donovan, todo sucedió tan rápido que no tuve tiempo de cuestionarme si podría soportar filmar situaciones tan impactantes en circunstancias tan extraordinarias. No sabía si sería capaz física y psicológicamente de soportar lo que iba a ver, sentir, tocar… y todo ello sin dejar de filmar.
El primer rodaje fue difícil aquella noche. Técnicamente, en primer lugar, porque tenía que protegerme de todas las bacterias potencialmente peligrosas presentes en el lugar. Llevaba una bata y una mascarilla que hacían que cada movimiento, cada respiración, fuera dolorosa y difícil. Y fue emocionalmente arduo, sobre todo por la atmósfera del lugar, la presencia de los fallecidos, aún palpable en el aire, y la tristeza de los familiares presentes durante la limpieza.
“Quería crear una sensación de intimidad, de ser abrazado con fuerza, la sensación de un secreto compartido.”
- El trabajo de Donovan es, cuando menos, inusual.
¿Cómo funciona realmente esta profesión?
Las familias en duelo se contactan directamente con Donovan una vez que los paramédicos y la policía han acudido y, lo que es más importante, una vez que ha concluido la investigación, si es que la hay. Pueden pasar semanas o incluso meses desde el momento en que la persona fallece, la mayoría de las veces en circunstancias trágicas, hasta que finaliza la investigación. Puede ser un periodo muy, muy largo para las familias, que no pueden reapropiarse del lugar donde ocurrió la tragedia.
Donovan actúa como una especie de liberador, y las familias le pagan a él directamente. El presupuesto varía en función de la cantidad de horas que le lleva la limpieza.
La profesión de limpiador forense es perfectamente legal. Donovan debe seguir un proceso largo para cada trabajo. Tiene que presentar una solicitud a las autoridades para asegurarse de que la investigación esté terminada y de que no pondrá en peligro ninguna prueba, por ejemplo.
- ¿Cómo llegó Donovan a este tipo de trabajo?
Donovan es completamente autodidacta. Nos contó que empezó leyendo libros de química para aprender sobre diferentes mezclas. Suele visitar librerías de libros antiguos en la calle Donceles, en el centro histórico de la Ciudad de México. Recorre los estantes polvorientos y se queda horas en la sección de química, copiando mezclas, soluciones y fórmulas que le parecen interesantes.
En la parte trasera de su casa, en un pequeño patio exterior, Donovan también ha montado una especie de laboratorio, donde hace pruebas… Son sus propias mezclas químicas que utiliza para limpiar.
- ¿Cuál es su relación con la muerte? ¿Cómo se protege de su severidad?
Donovan es un hombre muy ambiguo. Por un lado, tiene un abordaje casi quirúrgico de su oficio. La forma en que habla de ello, la forma en que maneja sus herramientas, la forma en que limpia las escenas… Se podría decir que es casi obsesivo.
Por otra parte, es una persona muy espiritual. Pero no sé si es consciente de ello o si lo admitiría totalmente. Lo que nos revela en la película sobre su relación con la sangre, y su respeto por ella, o su sueño recurrente, dice mucho de su implicación personal y su espiritualidad.
Sin embargo, Donovan nos contó todo esto durante los descansos de las entrevistas, a pesar de que la cámara seguía rodando. Él no creía que estas anécdotas fueran interesantes, ¡pero yo pensaba que iban al meollo mismo de la película! Le pregunté si permitiría que esos pasajes se incluyeran en la película, ya que eran conmovedoramente profundos. Me contestó simplemente: «Sí, pero no veo por qué le interesaría a la gente…».
- Gran parte de la película está rodada de noche.
¿Por qué tomaste esta decisión estética?
La noche tiene algo fascinante. Es el momento en que todo parece posible, el momento de lo prohibido, de la transgresión. En el imaginario colectivo, la noche es también el patio de recreo de los criminales. Me gustó la idea de relacionar el trabajo de Donovan con esta noción. Una es el resultado de la otra, las dos están intrínsecamente vinculadas.
También quería resaltar una especie de extrañeza, la misma extrañeza que encuentro en Donovan. Filmar de noche acentúa esta extrañeza. Quería que el espectador se sintiera atrapado por la noche, quería crear una sensación de intimidad, como la de un secreto compartido.
Desde un punto de vista más práctico, resulta que Donovan vive y trabaja de noche. Limpia todas las escenas de crimen por la noche, y normalmente no se levanta hasta el mediodía. Esto es lo que inmediatamente me fascinó de él.
- ¿Puedes contarnos sobre la producción de la película?
Al principio, financié esta película completamente por mi cuenta. Entonces vivía en París, tenía un poco de dinero ahorrado y, por capricho, me fui un mes a la Ciudad de México para conocer a Donovan.
Mi sueño, mi objetivo, era que la película se emitiera algún día en la plataforma Op-Docs del New York Times, ¡pero era mi primera película y no tenía ningún contacto con ellos! Así que me fui a la Ciudad de México para buscar locaciones y para rodar un primer tráiler. Luego, simplemente hice clic en “promociona tu película” en la plataforma Op-Docs para proponer mi proyecto y esperé… Transcurrieron seis meses hasta que obtuve una respuesta. ¡Y resultó que estaban interesados! Después, recibí el apoyo de la productora Ladybirds Films. Volví a la Ciudad de México por tres semanas para terminar la película, que finalmente se envió al New York Times.
La mayoría de mis películas las edita mi hermano, que tiene mucha experiencia. Trabajar con él en esta etapa de la producción es muy importante para mí. Con él, siento libertad y confianza, me atrevo a probar cosas. La edición suele ser un momento clave en la creación de una película, y puede ser muy delicado, así que para mí es muy importante sentirme bien acompañada.
- ¿Cuáles son tus proyectos en este momento?
Estoy trabajando en un proyecto de serie documental y en un proyecto de largometraje. Aún estoy en la etapa de escritura de ambos. Desde Donovan, mi segundo cortometraje, Rocio and me, se publicó en el sitio web del New Yorker, y me uní a Al Jazeera para hacer un cortometraje sobre bailarines activistas en Lagos, Nigeria. Fue una experiencia increíble.
- ¿Qué puedes decir sobre «99» y el subtitulado multilingüe de tu película?
Cuando empecé a dirigir, solía ver muchas de las películas de “99”. Era una gran fuente de inspiración para mí, ya fuera por la dirección, la estética o los temas. Me encantaba pasar tiempo allí.
Estoy muy contenta de que Donovan haya encontrado ahora su lugar en “99”. “99” es un proyecto precioso, que ayuda a los cineastas a dar vida a sus películas y a compartirlas con el mayor número de personas posible. Si bien los ciclos de producción y distribución suelen ser largos, y el camino de creación y realización de una película es a menudo una carrera de obstáculos, la presencia de un proyecto como “99” es una verdadera bendición, un andamiaje importante para los cineastas.
Me encanta la idea de que ahora exista una versión multilingüe de Donovan, que se abra a otras culturas y las apele, que traspase fronteras y tenga un alcance más global.
- ¿Hay alguna película en particular que le haya gustado de «99»?
Me gustó mucho Blood Rider. Estaba preparando mi rodaje en Nigeria cuando la vi. Me permitió planificar mejor y hacerme una idea y empezar a entender el lugar al que iba a ir. En mi opinión, representa maravillosamente la atmósfera de Lagos, una ciudad en expansión, cuyo corazón late como ninguna otra ciudad del mundo. La tensión que emana de este lugar es única, y la película la plasma a la perfección en las espeluznantes escenas en moto. ¡Casi se deja de respirar! Es una obra maestra de la dirección y el montaje.