Cada mañana, María se instala ante su casa para contar peregrinos. El Camino de Santiago pasa por delante de su puerta y ella, inmóvil, presencia ese gran viaje.
Esta señora mayor vive sola con sus perros y su pájaro. Tiene por despacho una mesa desvencijada con un cuaderno manoseado y su sello oficial. Las calabazas y vieras con cruces de Santiago decoran su particular “chiringuito”.
Contar peregrinos es una tarea repetitiva, por eso a veces, bajo la sombrilla, se queda medio dormida. Nadie le ha pedido a María que cuente peregrinos, por lo que ella tampoco debe rendir cuentas a nadie.