Sirios desterrados de su país por la guerra cuentan a cámara sus historias.
En esta película grabada en la isla griega de Lesbos, nos relatan cómo es la pérdida, la vida y la imposibilidad de volver atrás, historias sobre familiares muertos por los bombardeos en Siria, exigencias imposibles que les imponen el régimen y las fuerzas del EIIL que controlan diferentes zonas, su amor por los hijos e hijas que nunca podrán conocer la belleza de la tierra destrozada donde nacieron.
Estos ciudadanos de a pie hablan con valor, humildad y esperanza. Huyen de un conflicto sectario torturador y ahora, etiquetados como «refugiados», siguen luchando por escapar de la violencia étnica/religiosa de la guerra civil de Siria, que hace estragos desde 2011, y de los levantamientos de la Primavera Árabe en países de todo Oriente Medio.
En un campamento en una isla azotada por el viento, personas que navegan por las tormentas del sufrimiento se enfrentan a una lente oscura y nos hablan desde el otro lado.
Dirigido por Matthew Kazuo Firpo
Producción: Maximilian Guen, Matteo Zevi, Haris Katsigiannis, Rosanna Bach
Cámara: Jake Saner
Montaje y segunda cámara: Stephen Michael Simon
Música: Shane Carruth
Sonido: Sean Higgins
Colorista: Josh Bohoskey, The Mill
Traducción: Lidia Sánchez, Jenny Lam-Chowdhury
Entrevista
Matthew Kazuo Firpo
Director
“Tiene que haber tantos millones de personas
con historias de pérdidas, dolor y esperanza
que nunca podremos escuchar.”
- ¿Cómo empezó este proyecto?
En otoño de 2015, acababa de salir de un largo proyecto comercial y estábamos en pleno ciclo mediático de la crisis de los refugiados aquí en Estados Unidos. No paraba de ver noticias, informes, fotos de desesperación y pérdida en el Egeo y sentí que necesitaba saber más sobre las personas que vivían esas historias que contaban los titulares.
- ¿Qué tal se dio la producción?
Salimos de Nueva York el 2 de enero, después de unas semanas muy ajetreadas de planificación, búsquedas y llamadas internacionales a periodistas y colaboradores que trabajan en primera línea. Al final, todo se redujo a fijar una fecha y comprar un billete de avión. A partir de ahí, todo se volvió muy real. Tiramos de todos los favores que pudimos para conseguir el equipo que necesitábamos, nos subimos a un avión y al día siguiente estábamos grabando en la Plaza Victoria de Atenas. Era mi primera vez en Grecia.
Antes de irnos, hablé largo y tendido con Matteo Zevi, un amigo que acabó siendo también uno de los productores de la película, sobre la posibilidad de crear una película como esta. Matteo dejó su trabajo unos meses antes para hacer de voluntario en Grecia y sus experiencias dieron forma a lo que sería nuestro viaje.
Con un proyecto como este, todo se reduce a la decisión de comprometerse con una idea. Escribí un breve texto de lo que quería hacer en Grecia, de cómo quería ayudar. Después, pregunté a los increíbles artistas de mi entorno si querían ayudar en un proyecto así. Todos dijeron que sí.
Lo dieron todo en este proyecto, su tiempo, su pasión, sus billetes de avión… Porque todos creíamos en el poder de la narración, pero también porque teníamos la obligación moral de hacer algo ante lo que veíamos como una crisis humanitaria.
Sobre el terreno, el proyecto siguió adelante gracias a una mezcla de suerte y “aparición”. Sencillamente, seguíamos todas las pistas posibles y estábamos siempre en movimiento. Queríamos contar historias de verdad y mostrar las experiencias de los refugiados en movimiento de primera mano, para documentar el ambiente en la primera línea de esta crisis. Eso significaba estar abiertos a todo casi todo el tiempo.
- ¿Cómo encontraste a gente a la que entrevistar y que se abrieran a vosotros para contar sus historias?
Conocimos en el mismo día a todas las personas a las que entrevistamos en la película.
El Refuge Project es solo una pequeña cantidad de historias escogidas al azar de entre las miles que hay. Y cuando uno piensa en la magnitud de esta crisis, se da cuenta de que hay millones de historias más como estas. Realizamos nuestras entrevistas principalmente en cuatro campos de refugiados de toda Grecia, trabajando fuera de Atenas, y en las islas de Lesbos y Leros. Para encontrar personas a las que entrevistar recorrimos cada campamento, hablamos con cientos de personas y preguntamos si alguien quería compartir su historia, hasta que alguien dijera que sí. Así de sencillo.
Pienso en ello muy a menudo, incluso ahora, en la cantidad de historias que pasamos por alto, en la de gente que no conocí o con la que no llegué a hablar y en que nuestra película es solo una muestra arbitraria de algunos campos y tiene que haber tantos millones de personas con historias de pérdidas, dolor y esperanza que nunca podremos escuchar.
Creo que el poder de muchas de estas entrevistas proviene de la crudeza de estas heridas: para muchas de las personas con las que hablamos, estos acontecimientos acababan de ocurrir, la pérdida de un ser querido, la destrucción de un hogar, dejarlo todo atrás. Y en sus trayectorias, muy pocas personas habían tenido tiempo de procesar estos sentimientos o de expresar realmente lo que habían experimentado. Y lo que es más, estaban rodeados de personas que habían experimentado exactamente la misma pérdida, no eran los únicos que estaban sufriendo.
Es por ello que veo tan importante compartir estas historias, por el poder que tienen. Las personas a las que entrevistamos nos daban todo el rato las gracias por darles la oportunidad de, simplemente, poder contar sus historias en voz alta para quien le importara, significaba mucho para ellos. Esta era la primera vez que analizaban el trauma por el que habían pasado.
También creo que la forma en que se llevaron a cabo las entrevistas tuvo un papel importante en la intimidad que se observa en la película. Queríamos separar a nuestros sujetos de sus contextos y centrarnos en las personas, en los campos de refugiados. Y al trabajar con traductores voluntarios, muchos de ellos refugiados, se estableció una conexión humana que fue primordial para mí. Se trataba de relacionarse con un rostro de entre la multitud, de sentarse a su lado y tomarse el tiempo de aprender su nombre, sus miedos, sus esperanzas, por qué tuvo que dejar atrás su hogar y qué esperaba encontrar en el lugar al que se dirigiese.
- ¿Quieres dedicar unas palabras a 99 y el subtitulado multilingüe de tu película?
Para mí, este proyecto siempre tuvo como fin compartir estas historias y empatizar con la mayor audiencia posible.
99 lleva a cabo una increíble campaña para compartir películas con el mundo. Subtitular mi película desde el árabe y el inglés a multitud de lenguas da paso a un impacto transcultural en formas con las que siempre había soñado. Esta iniciativa de compartir impactantes obras de arte con el mundo es una vocación muy noble y he podido comprobar cómo mi película ha llegado a mucha gente y ha transmitido su mensaje de dignidad cada vez más lejos. Estoy muy agradecido por tener la oportunidad de poder compartir mi película en una plataforma como esta.