El corto revela la interferencia corporativa a escala nacional. Nos viene a la cabeza George Orwell, nos reconfortaba pensar que su obra era ficción. Pero la «República de Samsung» es más que real. Esta forma extrema de capitalismo que trae prosperidad nacional, junto a una dependencia peligrosa en una empresa, es una paradoja que merece ser contada a través de imágenes.
Muchas de mis amistades de Corea admitieron sorprenderse al ver el corto. No sabían hasta dónde llegaba el control de Samsung. En Corea del Sur, no es nada fácil hablar de ello. Samsung se labra una reputación modélica y tiene las conexiones perfectas para poder hacerlo: los periódicos principales están en deuda con la empresa. ¿Qué medio coreano puede huir del mensaje de Samsung? El periodismo de Corea del Sur tiene, por lo tanto, un acuerdo que desestabiliza la objetividad e imparcialidad.
En la esfera política, el problema es similar. En 2008, declararon culpable de fraude, evasión fiscal, corrupción y malversación de fondos a Lee Kun-hee, el aquel entonces presidente del grupo Samsung. Pero tras terminar el juicio, el presidente anterior, Lee Myung-bak, lo indultó bajo pretexto de «interés público». Está claro que Samsung es tan imprescindible para la economía de Corea del Sur que sus directores están por encima de la ley. ¿Qué político se opondría públicamente a los intereses privados de un gigante del que depende el destino económico de su país?
Las luchas a brazo partido lideradas por algunos de los trabajadores para que las enfermedades laborales sean reconocidas como tales han dado, a pesar de todo, sus frutos, pero ¡tras muchos años luchando! Los sindicatos han ganado ciertas libertades. Sin embargo, deben avanzar con pies de plomo y seguir luchando con constancia para no retroceder.